miércoles, 13 de julio de 2011

Decálogo Resseny entre el buen y mal ecodiseño

Transcribo directamente del blog Resseny un fragmento del artículo los puntos para diferenciar el buen ecodiseño del malo.Muy interesante y a tener en cuenta.

1. Diseñar hábitos. ¿Es mejor una bolsa de tela que una de plástico? Pues depende. De la situación y de las costumbres. Sustituir bolsas de plástico por bolsas de tela no sirve de nada si no cambiamos los hábitos de las personas. En realidad, da igual llevar al mercado una bolsa de algodón o una de polietileno. La clave está en el verbo, no en el adjetivo. En el acto de llevar consigo y no en el material del que está hecho el contenedor. ¿La recogida selectiva es buena iniciativa? Sí, sólo si se hace bien. El diseñador tiene un papel vital en la adquisición de nuevos hábitos por parte de los consumidores y es éste el que tiene que ampliar y fortalecer.

2. El reciclaje creativo no es la (única) solución. Es una estrategia de ecodiseño recurrente y muy válida a nivel comunicativo y de concienciación, pero no es el único medio para conseguir reducir residuos. De hecho, lo óptimo sería no producir residuos, generar sistemas de producción de ciclo cerrado y, por lo tanto, dejar de diseñar pendientes hechos con chapas, lámparas con tetrabriks o casetas con pallets. De vez en cuando, el uso inapropiado de objetos pensados sistémicamente podría llegar a provocar cierta inestabilidad en ese sistema. Apropiarse de una caja de plástico con las que reparten los yogures Danone para hacerse una cesta para la bici puede resultar una acción creativa, pero detrás queda un circuito cerrado de recogida-devolución con fisuras. A veces, el remedio es peor que la enfermedad.

3. Fomentar la biodiversidad. Generar abundancia biológica es uno de los lemas del pensamiento Cradle to Cradle. Sin embargo, fomentar la biodiversidad no reside en el diseño de gadgets zoomórficos o nidos para pájaros. Resulta sorprendente la cantidad de nidos o comederos realizados por diseñadores profesionales. Afortunadamente, las aves saben hacerse su propio nido y no acostumbran a vivir en chalets de colores estridentes, construidos con placas de matrícula o cartones de leche. La solución pasa por pensar mejor el espacio urbano para que puedan abastecerse por cuenta propia de los recursos necesarios para su supervivencia y proliferación: mejores árboles, más prados, mayor protección, mejor convivencia. Se trata de atajar el problema de raíz y no de poner parches. Porque queremos generar abundancia de aves, no de nidos.
4. El material hace al objeto. El ecodiseño no consiste en sustituir un material por otro reciclado. Un nuevo material –independientemente de si es reciclado/reciclable o no- ofrece nuevas posibilidades conceptuales y formales y, por lo tanto, no basta con un cambio de materia prima, sino que hay que valorar qué necesidades tenemos, qué nos aporta el nuevo material seleccionado y cómo configuro un resultado mejor en todos los aspectos. El material, por ser reciclado, no tiene por qué hacer al producto más sostenible. ¿Por qué cambiar, por ejemplo, una papelera por otra que aun usando un material reciclado –y debido a ello- tiene más tornillos, o necesita más mantenimiento, o pesa más que la papelera de toda la vida?

5. Dejar de triturar. Cada día aparece un nuevo material formado con residuos machacados. Parece una receta de cocina: se cogen virutas de madera, se le añaden restos de envases, se tritura todo bien, se le añade un aglutinante y ¡listos!: un nuevo material que, como mucho, servirá como pieza estructural o como aislamiento acústico. Al proceso de convertir materiales de desecho en productos de menor calidad y funcionalidad reducida se le llama infraciclar y no tiene nada de bueno. Primero, porque esos residuos/materias primas, en un ciclo productivo más eficaz, podrían reciclarse de manera que no perdiera (tanta) calidad. Y, segundo, porque según que se mezcla, al final de su vida útil eso no va a haber quién lo separe. Y no hay tanto ruido para tanta pantalla aislante.

6. Poseer o no poseer. Compartir es la cuestión. Medimos nuestra riqueza por la cantidad de cosas que tenemos, pero no por poseerlos somos más felices ni por consumir según qué productos beneficiamos el planeta. De hecho, no se salva el mundo por tener tres Toyota Prius Hybrid. Podemos vivir mejor con menos cosas, porque las funciones -tanto prácticas como simbólicas- de éstos pueden ser suplantadas por un servicio. No necesitamos una lavadora en casa; lo que queremos es nuestra ropa limpia. Necesitamos reeducarnos como consumidores y avanzar hacia un decrecimiento objetual.
 7. La imperfección de lo natural. Pensamos que los materiales naturales son más sostenibles, pero no siempre es así. En función del uso del producto, en algunos casos los materiales biológicos no garantizan la estabilidad y duración que requiere la función del producto en el que están incorporados. Certificar la procedencia es vital, porque si no se tienen garantías del origen de la madera, quizás estemos favoreciendo la tala ilegal de árboles en el Amazonas. Tampoco podemos descuidar los procesados de ese material natural, porque si a la caña de bambú la laminamos, la lijamos, la blanqueamos, la pulimos y le damos color, aparte de despojarla de todas sus cualidades, el impacto ambiental podría llegar a ser mayor al de una tarima realizada con otra materia prima.

8. Trabajar desde lo local. Se hace duro competir por precio con la producción asiática, eso es indudable. Pero si se produce de manera local, se hace para fomentar y desarrollar economías de proximidad y no con el objetivo primordial de luchar por precio, porque se trata de valorar otras cuestiones. Los proveedores locales han de alcanzar la excelencia. De nada sirve que algo esté hecho aquí, pero esté mal hecho. Lo mismo pasa si las condiciones (laborales, económicas o de salud) de los trabajadores locales son peores a las que ofrecen en otros continentes, como sucede en algunos casos donde los promotores se aprovechan de la falta de alternativas de según qué segmentos de población. Producción cercana sí, pero de calidad.

9. La energía solar, mejor con sol. Si lo único que hacemos es incorporar una placa solar en nuestro diseño, sin tener en cuenta el contexto, no hacemos nada. Una farola autosuficiente energéticamente en un lugar donde ya existe una red eléctrica consolidada puede ser redundante. Un elemento urbano con placas solares que no pueden orientarse hacia el sol o que están ubicadas en un lugar sombrío, por muy bien que salgan en las fotos con políticos, no sirven. Como no sirven unos molinos de viento en un lugar sin aire, un aeropuerto sin aviones o una vía férrea de alta velocidad que transporta quince pasajeros al día.

10. Sospecha de lo eco-friendly. Sé crítico con absolutamente todo lo que consumas, pero si lo que vas a comprar se las da de “producto verde”, más. Estamos en un momento de transición en el que nada ni nadie rige a qué se le puede llamar “eco” y a qué no. Y lo “eco” vende. Por lo tanto, son muchos los productos que se comercializan de esta manera. Se hace difícil diferenciar entre lo que realmente ha sido diseñado siguiendo un proceso riguroso de ecodiseño y a lo que simplemente se le ha dado una pátina verde. Existen etiquetas, certificados y otras garantías que, sin duda, ayudan. Pero al final, quien decide es el consumidor, que es responsable de que triunfen los mejores productos.

Stuxnet: La anatomía de un virus

















Stuxnet era un virus computacional para Windows descubierto en 2010.


No os perdais esta infografía animada de como trabajaba el virus y el impacto que tuvo en el mundo.

Fuente: nfgraphics

Pizarra luminosa



















Os presento la nueva pizarra hecha a base de interruptores luminosos diseñada por Valentin Ruhry

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